Carta de Virginia
        
Virginia Romero Zarco, Abril de 2010

Queridas hermanas "pequeñas", gracias por vuestros recuerdos tan bonitos, expresado con tanto cariño y emoción para nosotras dos en plena feria de abril, cumpleaños de Lola y Carlos. Todos recordaremos a mamá en su caseta militar o en el "Pradillo", donde Pepe se encargaba de que a nadie le faltara nada y a través de Papa nos dejaba las invitaciones para entrar y en el mejor sitio de la caseta encontrarnos con Mamá. Todas las tardes junto con Carlos, Lola y Llille salían hacia la Feria. Las niñas con sus trajes de flamenca y Carlos con su camisa y chalequito, el bolso siempre repleto de bocadillos riquísimos, que al llegar la noche hacíamos un corrillo chicos y mayores y los repartíamos. Que feliz hicimos todos a Mamá y lo que disfrutó viendo bailar a vosotras dos y cuando llegaban sus nietos. A Papa le estaba muy agradecida por darle dinerito para los caprichitos del "real", y de la caseta.

Yo bailaba con Nela, ella tocaba los palillos y era digna de ver, en el Puerto ganó un concurso con un chiquillo y a mí me tocó un costurero precioso, ahora sé por qué: la rifa la organizó Dª. Virginia. Contigo [Nela] yo fui al Puerto por vez primera; después llevaría a Carlos. Con Pepito y Monsete nos reíamos mucho y la prima con nosotras dos y se encargaba de llevarnos a los ensayos de la Abuela y comprarnos las riquísimas "carmelas". En tus manos llevas la esencia del piano de la Abuela, lo tocabas como si supieras, en cambio yo me fijaba en el brillo de la madera y la Abuela que ya sabia mis pensamientos me advertía, ni se te ocurra limpiarlo con jabón (el verde era mi pasión). Junto con un buen estropajo de esparto y un cubito de agua enjabonaba la mesa de la cocina.

La Abuela tenía alquilada la casa a varias familias y yo recuerdo especialmente a la señora de enfrente (Angelita), su marido e hijos eran pescadores y todas las noches nos traía una sopa riquísima. Los flanes de la Abuela eran con pasas en una fuente de porcelana enorme y yo sin darme cuenta me zampé la fuente entera, Nela me dijo que había hecho bien porque no tenía gana.

Tito Ramón tocaba el violín y aparte trabajaba en la bodega Sancho a la que a nosotras nos llevaba la Abuela a tomar vino dulce para que nos entrara las ganas de comer. A medio día nos íbamos a la playa con el tío Ramón y los primos con un papelón de "pescaíto" frito, gambas y bocas, de postre un batido de chocolate en el bar Las Dunas.

Mama pudo ir al Puerto con Lola y Llille para que la abuela las conociera y lo pasaron de lo lindo, todavía se acuerdan de las avellanas de los toros y la sillita que le compró a Llille para pasear por la plaza Peral. Fueron juntas a ver una corrida de toros y dando el torero la vuelta al ruedo mamá le tiro su rebeca.

Me viene a la memoria la aventura de mi hermano Fernando para demostrarle a un amigo que la plaza de toros del Puerto era más grande que la de Sevilla (le ganó la apuesta). Manolo y Pepe fueron los primeros en disfrutar del copeo de la Abuela, después irían, Quique y Julio, Pedro y Fernando, Papá nos llevaba en tren, otras veces venía la Abuela en un coche americano de la base de Rota, donde ella daba clases. En uno de esos coches nos fuimos Carlos y yo, nos perdíamos por dentro, imaginaros una pulga y un pulgón en una limusina. Ja, ja, ja, así se reía Nela cuando me enseñó a encerar el suelo rojo del Tardón. Para sacarle brillo se ponía unos trapitos en los pies y bailaba la danza del vientre (la de los siete velos), que se ponía a la cintura y iba quitándose velitos al son de la música del amor brujo, yo no sabía juntar el baile con limpiar y cogía unos mosqueos tremendos, creo que fue en esa ocasión cuando la arrastré por el pelo por todo el salón y no paraba de reír, hasta que me contagió a mí y vimos sorprendidas el esplendido brillo que había dejado en el suelo con su cuerpecito. ¿Te acuerdas cuando nos íbamos a San Juan? Era como ir a Nueva York. Cogíamos el tranvía (por dentro); Pedro y Fernando preferían ir fuera (en el estribo, así le salía gratis el viaje) pero de vez en cuado salía el maquinista y corrían y corrían y llegaban antes que nosotras.

Ir a San Juan era ir a visitar la casa de Manolo e Isabelita, inolvidables su hermano y sus padres (que bien lo pasábamos allí), después íbamos a la peluquería de la tía de Beli, donde su hermana Encarni nos echaba un "desenrizante" pero ni por esa. Lo mejor el torniquete que me enseñaste a hacer. De paso íbamos a casa del tito Manolo y la tía Brunilde. Al primo Carlos le encantaba verte a ti y a la prima Bali le encantaba ver a Pedro; Fernando y yo jugábamos con Manolo, el más pequeño y nos comíamos todas las pasas. Tito Manolo dirigía la torre de control del aeropuerto de Sevilla y su gran pasión era afinar pianos y era la única persona que afinaba el órgano de la Catedral de Sevilla, actualmente lo hace su hijo Manolo, al final del día el tito nos traía a todos a casa en su vespa con sidecar.

Os doy un beso muy fuerte.