Carta a mis hermanos mayores


por Matilde Romero Zarco


   Esta noche, ordenando unos armarios,  encontré unas poesías, si es que se le puede llamar así a unas frases escritas la noche del 2 de febrero del año 2003, es decir, después del larguísimo fin de semana de la muerte de nuestro padre.

   Y  leyéndolas, recordé que eran un pequeño homenaje a todo cuanto él nos había enseñado e inculcado a lo largo de nuestra vida y también eran un recuerdo de frases que siempre me decía, al hablar de Dios, que siempre decía: “pídele a Dios por mí”, y cómo no, de sus manos, tan especiales y que con tanto mimo él se cuidaba. Luego al final os las escribiré, para que sepáis a qué me estoy refiriendo.

   A continuación, no sé por qué motivos, he pensado en mis hermanos mayores, que por la diferencia de edad conmigo, algunos ya eran padres, cuando yo aún seguía siendo una niña. Y los recuerdos de la niñez, son tan duraderos como la vida misma, es decir que no se olvidan nunca, e incluso con el paso de los años se van quedando cada vez más grabados en nuestro interior, como tesoros encontrados a lo largo de nuestro recorrido por la vida.

    Y de esos tesoros os quiero hablar:



   De mi hermano Manolo y Anita,  tengo muchos recuerdos,  del Juncal, donde ni siquiera me atrevía al principio a asomarme a las ventanas, de lo alto que veía yo ese noveno piso, de los buenos ratos de lectura de los gordísimos cuentos infantiles que tenían mis sobrinos  y que yo, a base de insistencia, conseguí que me compraran mis padres, uno.

En el Almendral
   Pero sobre todo, los recuerdos más importantes que tengo con ellos, es del campo, donde tantas y tantas veces, íbamos con Mamá y Papá, los fines de semana a pasar los domingos, donde nos juntábamos un montón de niños, primos, tíos y sobrinos, disfrutando de la piscina, de las comilonas y de las lindas plantas que con tanto amor cuidaba Anita.

   Podría seguir escribiendo  largo rato de tantos buenos momentos vividos con ellos, pero quiero simplemente dar pinceladas de recuerdos, que son los que perduran en el tiempo.


La "piscina" de El Almendral
La pileta del Almendral
Pepe y Manoli en la playa
   De mi hermano Pepe y Manoli recuerdo, entre otras cosas, su casa de Pineda, con los cojines morunos y los skyies colgados en la pared, junto con un tapiz muy bonito que decoraba  todo el salón y que hacía más verídicas aún todas aquellas historias que contaba, de los lugares que habían visitado, aunque a mí me parecían historias fascinantes de las mil y una noches. Y fuera, en el jardín o en el porche de la casa, había parras con uvas que recuerdo como si fuera ayer que estaban buenísimas.
   Y por supuesto me acuerdo muchísimo de cuando estuvieron en casa del Tardón, que paseábamos en el carrito a Isa, por la plazoleta de San Gonzalo. Recuerdo también la casa de los padres de Manoli, con la tienda que tenían en la planta baja y a sus hermanos Antonio y a Isabelita, siempre cerca de Manoli y que muchas veces teníamos que mirar a ver cuál era cual. Y cómo no recordar a ese Rey Melchor, que todos los años se acordaba de sus hermanas pequeñas, dejándoles algún regalo por Navidad.


 Sigamos con los breves pero intensos recuerdos. ¿Qué decir de Quique y Manoli?… Son tantas las imágenes que fluyen a mi mente, que no sé por dónde empezar.  Recuerdo en primer lugar las zancadas tan largas de mi hermano Quique, cuando yo iba con él a buscar a Manoli a su casa del barrio León.
Quique y Manoli

   Cuando él daba un paso, yo tenía casi que correr de lo rápido que andaba, pero no me importaba, ya que lo primero que hacíamos era pararnos en el kiosko de Pepe, donde me compraba todas las semanas los tebeos y las revistas del Pato Donald y del Gato Félix, y del Tío Gilito. Gracias a él, yo aprendí a tener amor a los libros y me encantaba leer.

   De casa de Manoli, me acuerdo mucho de sus padres,  del patio y de la habitación de la costura, con todas sus hermanas cosiendo frente a los ventanales que daban al patio y de todos los vestiditos, abrigos y gorros, que nos hacía a Loli y a mí. También me acuerdo del piso de Numancia nº 7 donde yo os acompañaba y me daba unas comilonas de todo lo que traíais para merendar. Yo creo que desde entonces, cada vez que entraba en un piso nuevo y casi vacío, me entraba hambre, de recordar esas merendolas tan buenas que compartí con vosotros, siendo una niña.


     Le llega el turno a Julio y a Rafa:

Julio y Rafa en El Puerto
   Lo primero que se me viene a la mente son vacaciones en Madrid, en Mingorrubio, el Pardo, donde los ciervos se paraban a comer en la puerta de su casa. Yo creo que los ciervos eran muy listos y sabían a donde tenían que venir, pues yo, en mi vida había visto una despensa tan grande y tan bien abastecida como tenían:

Piernas de cordero, besugos inmensos, que con cariño nos preparaba Rafi y todo un sinfín de detalles culinarios que hacían el deleite de chicos y grandes.


  El viaje hacia Madrid ya era una verdadera aventura en aquella época, haciendo parada siempre en Manzanares, que quedaba casi a mitad de camino, y ese Puerto de Despeñaperros, que si te tocaba un camión delante, ya ibas todo el camino a 10 por hora.
Mama y El Furia

  Pero se hacía muy ameno con el cuaderno de viaje que escribía mamá, que iba todo el camino describiendo los pueblitos, si eran chiquitos, bonitos  o todo ese montón de adjetivos que yo creo que mi madre sabía emplear mejor que nadie en el mundo, para describir las cosas o los lugares.

    Y no se me puede olvidar esas noches en vela, desde  muy niña, cuando venía Julio a casa o íbamos a verle nosotros a Madrid, eran tantas las anécdotas e historias que contaba, que nos podían dar las cuatro de la mañana, que allí no se acostaba nadie, por no perderse el final de todas esas aventuras que con tanto entusiasmo  nos relataba.


Pedro y Fernando, 1963
  Y no quiero despedirme de vosotros sin hacer mención a Pedro y Fernando, que aunque más pequeños, también me llevan unos añitos y  ya eran mayores cuando yo aún era una niña.

   De Pedro tengo muchos  recuerdos de nuestra casa del Tardón, de cuando tenía los murciélagos en casa, haciendo la tesis o algo por el estilo y papá por poco le da algo cuando los descubrió, no sé si iba a echar a los bichos o echarlo a él del susto que se llevó. Yo creo que acabaron en el cuartillo de las bicicletas del zaguán, hasta que terminó el experimento.

   También me acuerdo de la moto Ducatti, que nos subía en ella para darnos paseos por el barrio y que era muy emocionante y de sus historias de las cuevas y por supuesto de su famosa medalla al valor, cuando salvó a unos espeleólogos en la Cueva del Gato. Para mí, ya desde entonces fue un héroe.

  Y de Fernando y Bely me acuerdo mucho de ir a verles con Mamá, que siempre llevaba pastelitos allí por donde iba, a merendar a su casa y también de su hermana Encarnita y cómo no, de José Luis, del que tengo muy buenos recuerdos ya desde niña. Fernando y Bely



   En todos estos recuerdos que os he contado, seguro que hay cosas que a lo mejor no sucedieron tal y como yo las recuerdo en mi mente desde antaño. Así que os invito a que me hagáis recordar otros detalles que hagan completar estas bonitas historias de mi vida familiar.



  Y ahora, como os prometí al principio de esta historia, os escribo las poesías que le dediqué a mi padre:


LO QUE NOS HAS DEJADO




Ayer yo te miré a la cara
Y te vi mucho más grande
Ayer tú te fuiste al cielo,
Tú te fuiste con mi madre.
Y yo te dije bajito:
Nos diste tú tantas cosas
Nos diste tú tanto bueno.
Nos diste el temple de acero
Del que forjan las espadas
De los mejores guerreros
La esperanza y el tesón
Para hacer siempre las cosas
Con la mayor ilusión
Y la sensibilidad sublime
Que sólo los grandes poetas
Llevan en el corazón.
Papá de capitán





TU MANO



Llille y la mano

Hoy te cogí de la mano
Esa mano tan blandita
Que cuando yo acariciaba
Tú decías: “niña bonita”
¡Ay cuánto te quiero niña!
¡Ay mi niña tan chiquita!
“Pide a Dios que esté conmigo
Pide a Dios que sea mi guía
Que cuando no esté tu mano
Yo tenga una mano amiga.
Esa mano tan divina
Que me sepa dar consuelo
Y me lleve con ternura
Al paraíso del cielo”.








    Con todo mi cariño dedicado a mis hermanos mayores, sin olvidar nunca al resto de mis hermanos, los más pequeños, con los que he tenido la suerte de compartir muchas vivencias  y grandes momentos de mi vida.



Llille.


Espartinas, (SEVILLA), tres de la madrugada del día 12 de julio de 2011

Editado por tío Carlos el 17de Julio

Se agradecerá el envío de material fotográfico adecuado para éste o para cualquier otro relato que se os ocurra.